jueves, 26 de marzo de 2020


Tomado de Colombia aprende. Adaptado por Freddy Urrego. Algunas palabras expresadas en este texto no comprometen el pensamiento institucional de La Eduardo Santos. Son mi responsabilidad directa.

LA OTRA BATALLA: LA DEFENSA DE LA EDUCACIÓN PÚBLICA.



El lunes 7 de agosto de 2017 el gobierno de Juan Manuel Santos y el sindicato de maestros se enfrentaron en la batalla final. Cada uno tenía un objetivo diferente: aquél, tenía como misión privatizar la educación y, los docentes, impedir a toda costa que se concretara la idea de tan nefasta administración.

El magisterio liberadorconformado por miles de afiliados combatientes entre criollos, mulatos, mestizos, zambos, etno-educadores y afrodescendientes estaba comandado por la FECODE; la vanguardia, por los sindicatos regionales y la retaguardia, por estudiantes y padres de familia, procedentes hasta de los lugares más recónditos; donde han sido invisibilizados durante largo tiempo.

Por su parte, la coalición Santista que pertenecía a la primera división del estado mayor –encargada de aniquilar la protesta social-  estaba conformada por gobernadores, alcaldes, ministros, congresistas y, hasta por partidos de derecha, cuya cabeza visible era la de un señor que le encanta la tala de árboles pensantes con ruidosas moto-sierras y cuyo nombre no quiero mencionar. Muchos de ellos eran de clase alta; el resto de media y baja. Su Comandante General era el Nobel de paz Juan Manuel Santos; una ministra de educación al servicio de otros ideales, y sus discípulos: el ESMAD, y otros anormales.

No obstante, para la FECODE, sus filiales y la comunidad educativa, no fue un impedimento su fuerte rival y aprovechó el deseo de defender la educación pública latente en sus asociados para vigilar los pasos y evitar la firma del acta de acuerdo que pondría fin a la enseñanza con inversión notoria. Fue entonces cuando varios de los beligerantes concentrados en la plaza de Bolívar, en la capital, treparon por muros e ingresaron al congreso. Allí comenzó el debate –al que no habían sido invitados-. No hubo medios de comunicación, pues, les importaba más la situación venezolana que la propia. Todo el día saturaban la pantalla y la radio con dicha crisis.

A pesar de que los argumentos eran intensos en los dos grupos, los profes tenían y sentían más el problema, unidos y con facilidad en las comunicaciones-medios independientes y periodismo sindical-, mientras que los gobernantes de turno comenzaban a fatigarse con las exigencias y la justificación de aquellos y, desde luego, porque su soporte visual y auditivo no daba cuenta de la acalorada discusión.

Al final, el propio Juanma no pudo lograr parar la rapidez con la que los educadores los cercaron y aplastaron sus posiciones antipopulares. No tuvieron más remedio que rendirse ante el grito de: “Dure lo que durecueste lo que cuestesi luchamos como hermanos este paro lo ganamos”. Por varios minutos, al unísono, retumbaba el eco en las paredes y a kilómetros de la fría ciudad.

La lucha terminó a las 4 de la tarde. No hubo muertos, no fue necesario, pero si pagaron caro la poca inversión y la violación de los derechos fundamentales. Juanma reconoció que pensaba huir del país con algunos de sus hombres más cercanos, fruto de su agotamiento físico y el bajo nivel de aceptación. Fue puesto preso, casa por cárcel; ahora trabaja desde allí en una página web elaborando material didáctico para las escuelas campesinas. El que sí se salió con la suya, fue el señor matanza, se fugó en una moto con Popeye rumbo a un centro comercial al norte de Colombia; la última vez que un docente lo vio afirma que andaba entre la multitud haciéndose pasar por agricultor. Camuflado, entre aquellos, maquillado por estudiantes de artes de la universidad de Antioquia, quienes; a cambio, recibieron muchas de las tierras arrebatadas durante periodos violentos y, de este modo, devolverlas a sus reales dueños.

Así termina la campaña en defensa de la educación pública que se realizó durante 5 semanas que se hicieron eternas. Desde el inicio de la lucha cuando el magisterio expuso el pliego de peticiones ante el gobierno de turno, se vislumbraban horas de caminata y de pancartas, de reuniones y decisiones, desde los puntos cardinales extremos hasta el centro. Para, finalmente, lograr la victoria en la capital.

Esta lucha se convirtió en el inicio de más victorias sindicales, y se considera de suma importancia, pues, llevó al despertar de la conciencia dormida y sumisa de algunos sectores populares. 

                                                                               Freddy Urrego Docente








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